Un número cada vez más rojo (2°) en la Cumbre del Clima

 Por: Carlos Pagura
La Cumbre del Clima en Dohacomienza rodeada de las mismas incertidumbres y falta de propuestas concretas que caracterizaron las citas desde el resonado fracaso de Copenhague, hace tres años. Buenas intenciones y voluntad no faltarán en la capital catarí, pero la realidad exige otras cuestiones: en especial, el diseño de un plan concreto para implementar a corto plazo.

El riesgo de un encuentro sin acuerdo es que la falta de un rumbo haga trizas el objetivo central de limitar el aumento de la temperatura del planeta, en un siglo, por debajo de los dos grados. Ir más allá -entre 3° y 5° como auguran los científicos- supondría atenerse a impactos todavía desconocidos del cambio climático.

La secretaria ejecutiva de Naciones Unidas, Christiana Figueres, advirtió que no habrá posibilidad de cambio "sin más transformaciones drásticas en la producción y uso de la energía y sin un apoyo efectivo a las naciones en desarrollo".

Su colega Achim Steiner, a cargo del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, opinó en la misma sintonía que "la transición hacia una economía menos carbonizada se hace demasiado despacio y las posibilidades de lograr el objetivo se reducen cada año un poco más". Según el informe más reciente del organismo, el nivel de las emisiones de gas de efecto invernadero aumentó un 20% desde 2000 y debe reducirse un 14% para alcanzar el nivel comprometido para 2020.


Demasiados desafíos para una cumbre


A estas horas, pocos confían en que Doha vaya a estar a la altura de sus dos grandes desafíos: el primero, iniciar la hoja de ruta para un acuerdo que reemplace al Protocolo de Kyoto -único vigente sobre emisiones- y que contemple los objetivos climáticos de, entre otros, Estados Unidos y China, cómodos líderes de la lista de mayores emisores de dióxido de carbono. En un escenario ideal, debería definirse de aquí a 2015 y entrar en vigencia cinco años después.

Lo más probable es que se apruebe un segundo periodo de compromiso del vetusto Protocolo, a partir de 2013 y por ocho años.

El otro tema pendiente es concretar las promesas de financiación para los países más pobres, tomando en cuenta que a partir de 2020 tienen que recibir cada año u$s 100.000 millones para la protección del clima y la adaptación al cambio climático. Para ello elFondo Verde deberá buscar nuevas fuentes de ingresos pero, por hora, propuestas como la de imponer un impuesto a los vuelos resultan controvertidas e inviables.

Parece destinada a ser una cumbre paralizada por las disidencias. Días atrás, Alemania dijo sentirse "preocupada por el estado en que están los preparativos", para Doha. Fue allí cuando, gracias a las presiones desde Berlín, el Parlamento Europeo aprobó por una ajustada mayoría un pedido para que los países del Viejo Continente se comprometan a reducir un 30 % las emisiones de gases de efecto invernadero -teniendo como referencia el año 1990- hasta 2020. Es decir, un 10% más de lo establecido previamente. Se verá si el intento de tomar la delantera como forma de incrementar la presión sobre otros países surte efecto.

Sumado a esto, otro debate complejo girará alrededor de los esfuerzos que corresponden a países ricos y subdesarrollados para frenar el calentamiento.Estos últimos ya adelantaron que insistirán en la "responsabilidad histórica" de los primeros en el cambio climático y en su "derecho al desarrollo". 

También es probable que la polémica surgida con los "permisos de emisiones" termine generando más discusión. Estas licencias permitían un determinado cupo de emisiones anuales de CO2 a las naciones que, a cambio, se comprometían a reducirlas. 

Pero la desaceleración económica provocó que los países del Este, y sobre todo Rusia, no agotaran los suyos y ahora pretendan vender sus remanentes a otros países, convirtiendo un tema sensible en mero negocio. Europa ya se declaró en pie de guerra, una de las tantas que podrían librarse en suelo catarí.

En la antesala de la cumbre, a la que arribaron representantes de casi doscientos países, la ONU concluyó que "Doha debe garantizar que la respuesta se acelera". De no ser así, los escasos  que separan al planeta del borde de lo desconocidoparecen una frágil barrera para un cambio climático resuelto a continuar su marcha.