La primera paisana relatora




Es difícil imaginar que una mujer bonita de 24 años y con estudios avanzados de Historia en la Universidad Nacional de La Plata haya elegido para su vida una profesión como la de relatora de jineteadas. Pero a poco de dialogar con Cecilia Segovia se puede entender perfectamente esa decisión, detrás de la cual viene peleando hace seis años en los diferentes ruedos de su provincia, Buenos Aires.
Nacida en Miramar, el trabajo de su padre como amansador de caballos y como jinete la llevó a vivir alternadamente en diferentes pagos del interior bonaerense, de modo que la vida gauchesca le corre por las venas desde su infancia. Tanto que concurría a su escuela rural montada a caballo y atravesando pantanillos y llanuras.
"Gracias a la jineteada estoy cumpliendo. El sueño de conocer mi país, del que me enamora su cultura. Por eso elegí esta carrera, para fomentar la cultura gaucha, porque creo que está en nosotros los jóvenes tomar la posta sobre lo que nos enseñan los adultos y, quizás con una vuelta de tuerca, hacerlo desde la historia y desde el respeto a la tradición", explica, orgullosa, quien es una de las primeras mujeres en Argentina que relata jineteadas.
El antecedente inmediato de una mujer en los ruedos de doma data de hace unos 20 años, cuando Perla Carlino oficiaba como una suerte de secretaria de un relator de jineteada y señalaba qué caballos y qué jinetes salían de determinado palenque, pero no describía lo que estaba pasando durante la monta. Pero lo que Cecilia hace es diferente y ella lucha por un lugar que hoy ocupan solamente los hombres.
Y lo hace sin perder su femineidad, luciendo coquetos atuendos y polleras. "En el lugar en el que estoy plantada quiero que me respeten, porque el ambiente es bravo. Ser mujer en tierra de gauchos es complicado, pero se puede", explica ella.
Una pasión que desborda
Cecilia aprovecha sus estudios en Historia para indagar sobre la vida del gaucho y de la gente de a caballo y trata de poner toda esa sapiencia en una rueda de doma que dura dos o tres minutos como máximo por cada jinete. Es de las relatoras que prefieren hacer docencia con el público que concurre a estas fiestas camperas, aunque sin exagerar, sin tanta premeditación, y poniendo el corazón en el relato.
Y lo viene haciendo, abriéndose paso entre varones que no tienen costumbre de disputar espacio en el relato con mujeres. "El camino ha sido difícil. No todos me recibieron de la misma manera. Con el tiempo las cosas fueron cambiando a fuerza de demostrarles que no estaba arriba de un escenario para llamar la atención, sino que estaba porque sentía lo mismo que ellos, porque sentía la misma pasión por las jineteadas, y porque me preocupaba por aprender y por mejorar", dice la joven relatora.
Como para muchos otros, llegar a Jesús María es como llegar al podio y Cecilia reconoce que su paso por el Festival de Doma y Folkloreen el que debutó el año pasado le abrió algunas puertas en su provincia, donde ya participa en fiestas multitudinarias como las de Ayacucho, El Talar, La Plata, y Olavarría.
Cecilia busca fomentar la esencia paisana, humilde y sencilla, en la que la palabra es lo que cuenta. Y está feliz de ser parte de esta nueva generación de relatores.
La décima improvisada de Cecilia
Un camino de sueños
ha marcado mi huella
y he de seguir mi estrella
poniéndole más empeño.
Mi corazón es el dueño
de ésta, mi condición
de defender la tradición
donde guste y donde cuadre
porque si gaucho es mi padre
gaucha será mi intención.
Mi amor por la jineteada
tiene un único sustento
porque es el fundamento
de todas mis jornadas.
Es buscar como si nada
el grabar en la memoria
toda la trayectoria
de nuestros jinetes
y el nombre de los fletes
que marcaron nuestra historia.
Soy mujer. Es mi verdad
en mi vientre luce el hijo
y entre los brazos cobijo
a toda la humanidad.
Siempre con sinceridad
digo y canto lo que siento
es este el instrumento
que canta mi esperanza
y que hermanado con mi danza
juega y se va en el viento